Tuesday, July 03, 2007


LEYENDA
DE
BANDIDOS ANDALUCES

LA CUEVA DE MARIAVELA

LA CUEVA DE MARIAVELA

LORETO WALLACE MORENO


De niña crecí a las afueras de la ciudad de Málaga , en Andalucía, en el Sur de España. Mi abuelo era administrador de la fábrica de azúcar Larios que se levantaba a las orillas del río Guadalhorce. Todos conocían el lugar como “La Azucarera” y allí, en ese paraíso de libertad, nosotros los niños correteábamos durante todo el dia por unos campos llenos de cañas de azúcar y plantaciones de maiz que se extendían desde la casa hasta el azul del Mediterráneo. Eran los años sesenta y la vida tenía un ritmo lento en el que los veranos transcurrían interminables hasta que llegaba la hora de volver al colegio y sacarle el largo a la falda del uniforme.

Muy cerca de la casa de mi abuelo se hallaba una pequeña granja que pertenecía a la familia Corro. Eran humildes campesinos que vivían del campo y de unas cabezas de ganado. Quizás por ello, por temor a que tuviéramos algún accidente, nos tenían prohibido ir allí... Y claro, para mi hermano y para mí lo más excitante del mundo era burlar la prohibición!.

Y así entró en nuestras vidas un personaje que aún hoy día está vivo en mi recuerdo: era el abuelo Frasquito, el mejor narrador de cuentos que he conocido. En cuanto llovía, junto con los dos niños de la granja, nos refugiábamos en los establos con los animales (¡si mi abuela nos hubiera visto!) y el abuelo Frasquito nos contaba historias que escuchábamos con la boca abierta, aguantando la respiración.

Esta que refiero a continuación es una de las que aún recuerdo tan vívida como en aquella tarde lluviosa en que la escuché:

LEYENDA

En la Sierra de Torremolinos, en su parte más alta, se abre esta pequeña cueva. Su entrada, de reducidas dimensiones, está muy disimulada. Acerca de ella se cuenta una historia que al parecer data de finales del siglo XIX y que dice así:

“Por aquellos tiempos, unos bandidos tenían aterrorizadas a las gentes asaltando las diligencias que pasaban por el camino de la costa. El jefe de ellos era un hombre cruel y sin escrúpulos, que no reparaba en nada para conseguir sus propósitos. Entre los bandidos empezó a reinar un gran malestar ya que algunos de ellos no estaban de acuerdo en la manera de repartir el botín.

Unos cuantos decidieron quedarse con parte de él ocultándolo en esta pequeña cueva, ya que se hallaba apartada de los caminos y era difícil de encontrar. Uno de los bandidos vigilaba siempre la entrada. Acordaron una contraseña: una hoguera encendida significaba que el camino estaba libre y no había peligro de subir hasta allí.

Los habitantes de los alrededores, al ver las luces, empezaron a correr el rumor de que en lo alto de la sierra se aparecían las ánimas, y nadie se atrevía a acercarse por aquellos riscos.

Pero el jefe de los bandidos, que hacía tiempo había empezado a sospechar que algunos de sus hombres le hacía traición, se puso a vigilarlos estrechamente. Una noche, que brillaba la luz en lo más alto de la sierra, los siguió hasta el escondite, y confirmando sus sospechas, los mató en la entrada de la cueva.”


Frasquito narraba de tal manera, que todo nos parecía real, y cuando en las noches de verano mirábamos la cercana sierra de Torremolinos bañada por la luz de la luna, creíamos distinguir pequeñas chispas de luz, resto de aquella hoguera que aún seguía encendida...





LORETO WALLACE MORENO
Málaga, Junio 2007