Saturday, October 28, 2006



LEYENDA

DE

MALLORCA

LOS CANAMUNT Y CANAVALL


ARACELI GARCÍA


El siglo XVII se caracterizó por las encarnizadas luchas nobiliarias, con una estrecha colaboración entre caballeros y bandoleros. En Mallorca, durante la primera mitad del siglo, los bandoleros fueron una verdadera plaga, principalmente en las zonas montañosas, pero en la segunda mitad se extendieron por toda la isla, mezclándose con la población y consiguiendo en muchos casos protección de las grandes familias que los necesitaban para llevar a cabo sus venganzas.

Por aquel entonces y durante unos 70 años Palma estuvo dividida en dos bandos. Los Canamunt y Canavall. Este nombre se debía a la división natural de la ciudad, separada por el torrente de la Riera: Vila d’amunt y Vila d’avall (Ciudad alta y Ciudad baja).

La familia Anglada (los Canamunt) y la familia Rossinyol (los Canavall) eran enemigos irreconciliables y su odio se remontaba casi a los primeros tiempos de la Conquista de Mallorca, aunque fue durante este siglo cuando tuvo lugar el suceso que da lugar a esta historia.

En 1598 Nicolau Rossinyol se enamoró de Isabel Anglada y quería contraer matrimonio con ella. Los Anglada se opusieron y los Rossinyol, ofendidos por ello, calumniaron a Isabel.

Este hecho dio lugar a un enfrentamiento cruento entre los dos bandos. Los Anglada, armados con una docena de hombres, atacaron a los Rossinyol que sólo eran ocho. La lucha comenzó en un extremo del Borne y continuó por la cuesta de la Catedral de Palma (Costa de la Seo) hasta la Plaza de la Almoina. El resultado fue la muerte de Joanot Rossinyol, tío de Nicolau y de Jordi de Sant Joan, amigo de la familia, a manos de los Anglada.

Los agresores se refugiaron en la Catedral y luego en el Convento de Sto. Domingo, iniciándose un largo proceso judicial. Al cabo de cierto tiempo, los Anglada quedaron en libertad.

Cuentan los abuelos que fue el joven Nicolau quien, ofendido por la negativa de los Anglada, puso en entredicho la honra de Isabel Anglada, lo más valioso que tenía una dama en aquella época. Después del combate, lleno de remordimientos por el mal causado, huyó de Mallorca.

Isabel por su parte, fue recluida en la casa familiar, viviendo en el olvido y la soledad, sin que nadie se interesase por ella. Nunca pudo lavar su honra y languideció poco a poco hasta que murió, justo el mismo día en que, años después, regresaba Nicolau que

recibió la noticia en cuanto llegó al puerto de Palma y rápidamente se dirigió a la iglesia San Francisco donde descansaba el cadáver de su amada.

Dicen que mientras velaba el cuerpo de Isabel durante la noche, ésta se incorporó tendiéndole las manos y con una horrible mueca desfigurando su rostro.

Al día siguiente, encontraron a Nicolau en el suelo rodeado de un charco de sangre, con la lengua arrancada salvajemente. Junto a él yacía Isabel con el rostro tranquilo y una leve sonrisa en sus labios.


Araceli García